—El otro día estaba lloviendo…
—¿Cómo?, ¿estabas tuviendo?
—Teniendo. Sería lo correcto. Pero no, lo que dije es que estaba viendo que llovía.
—No se dice llovía, se dice yo veía.
—Cierto, veía llover.
—No se dice llover, se dice, yo veo.
—Tú ves, él ve, nosotros vemos, ustedes...
—Está bien, en eso tienes toda la razón, pero ¿qué estabas viendo el otro día?
—Veía llover, porque estaba lloviendo.
—Indudablemente. De no haber estado lloviendo no habrías visto llover.
—Tú ver, él ver, nosotros... ¿ver?
—Ahí sí que te equivocas.
—¿Nosotros vermos?
—Nosotros vemos.
—¿Qué es lo que vemos?
—Pues lo que estamos viendo.
—Asombroso. Fascinante.
—Es inútil hablar contigo. Empiezas diciéndome una cosa, y terminas hablando de otra.
—¿Cuál otra?
—Cualquiera que sea de la que no estás hablando.
—Te equivocas. Se dice estás ablandando; es erróneo decir, estás ablando.
—¿Me quieres decir entonces qué estoy haciendo?
—Hablando, sin lugar a dudas.
—¿Y qué es lo que ablandas?
—Hablando del verbo hablar, no del verbo ablandar. ¿y eres tú el que me estaba corrigiendo?
—Puesto que sólo tú y yo habamos, nadie más pudo haberte corregido.
—Cierto, tienes razón. En ocasiones me dejas perplejo con tus observaciones.
—Y hablando de observaciones...
—Dudo que una observación se pueda ablandar.
—Si lo dices en sentido metafórico, todo puede aplicar.
—¿Cómo la ley de la ventaja?
—Entre otras cosas.
—Pero dime, ¿qué era lo que tú veías el otro día?
—¿Estaba yo viendo?
—Cierto, estaba lloviendo.
—Sí, recuerdo que llovía, pero nada más.
—Tú siempre me dejas con la duda.
—No te preocupes. Ya me acordaré de lo que te iba a contar.
Nota:
Este texto fue inspirado en una broma que alguna vez le hice a mi madre.
Uno de los tantos juegos de palabras que he hecho, y que tanto me gusta hacer. Alguna vez alguien me dijo que si no me tuviera tanta paciencia, ya me habría pegado un puñetazo. He visto a dos que tres quedarse con las ganas de darme uno, y no por la paciencia que me tienen, sino porque no se atreven a pegarme...
© DR 2006