20060916

Viajando en metro

El Viajar en metro me ha regalado cosas sensacionales. Pero especialmente la línea B. Cómo no recordar aquella vez en que el vagón en el que viajábamos falló de tal manera que comenzó a entrar la grava que hay en las vías, por la ventana. Claro que en ese momento no fue nada agradable. No me asusté mucho. Simplemente me sujeté lo más fuerte que pude del asiento, esperando a que pasara lo que tuviera que pasar.

El tren cesó su marcha; todos nos sentimos aliviados, hasta que comenzó a andar nuevamente. El miedo se apoderó nuevamnete de todos. Aunque no faltaron los que para nada se asustaron; como el señor que iba frente a mí.

Una señora que iba sentada en uno de los asientos individuales, comenzó a gritar y a querer salirse por la ventana, por lo que decía, ya que el número de viajante se lo impidió. De otra manera estaría escribiendo de algo realmente lamentable. Nadie sabía qué hacer. Hasta que, preocupado por la salud de la señora, quien es ya un adulto mayor, anciana pues, pésele a quien le pese, grité: Bájenle a esa chingadera, refiriéndome a las palanacas de emergencia. Fue así que a alguien que iba cerca de ella, se le ocurrió accionarla, frenando una vez más la marcha del tren. Obvio, ya no pudo seguir con su andar, pues no pueden hacerlo hasta que el susodicho artefacto de emergencia es desactivado con una llave que parece allen, aunque con entrada triangular. La conductora viajó de vagón en vagón, hasta llegar al nuestro; liberó la palanca y, así como así, quiso irse. No contando con mi astucia, ya que le cerré la puerta, tras arirme paso entre los demás usuarios, para pedirle una explicación. Según tengo entendido, ante cualquier contingencia el tren debe ser desalojado, para no poner en riesgo la integridad de los usuarios. Ella me mandó por un tubo alegando que no tenía por qué explicarme nada. Todo mubndo comenzó a gritar: Déjala que haga su trabajo. No tuve más remedio que dejarla salir.

Fue así, que el tren reanudó su marcha, esta vez lentísimo, hasta llegar a la próxima estación, Tecnológico. En ella, todos los que ibamos a bordo de ese vagón, nos bajamos. Nadie quería saber más de él, en ese momento.

Yo caminé, aunque muchos prefirieron irse en combi o en microbús.

Llegando a la estación Plaza Aragón, aliteración de por medio, el tren no pudo más y lo tuvieron que desalojar. Me metí ilegalmente a la estación para alegarle nuevamente a la conductora, quien se asombró de verme nuevamente. Ellos alegan que no deben ninguna explicación a nadie. Ya me imagino, si sus vidas hubieran estado en riesgo, o por lo menos así lo hubieran creído, sentados esperando a que la huesuda se los llevara. Hasta groserías me dijeron muchos de ellos, y eso que nunca insulté. No niego que iba molesto, peor hasta ahí.

Cuando otro tren llegó, un policía me dijo; Ya llegó otro tren, para que te vayas.

El Idiota ni siquiera sabía qué pásaba, y el por qué de mi reclamo, pero tenía que decirlo, sino hubiese reventado con todo y uniforme. Pero qué se puede esperar de alguien que cree que un uniformito y una pistolita los hacen ser. Nunca esperes que un policía tenga un acto digno de un ser humano.

Salí de la estación y llegué caminando hasta mi casa. De Tecnológico hasta Cd. Azteca son cuatro estaciónes, incluyendo la distancia que hay de la estación terminal hasta mi casa, que son aproximadamente quince minutos.